ES

Al oeste del centro histórico de la Ciudad de México, entre cuatro de las avenidas más importantes de la ciudad, se encuentra la colonia Juárez; en la que vivimos y hemos trabajado desde que nos mudamos a México. Se fundó a finales del siglo XIX en lo que era el lago de Tenochtitlan y solía ser un barrio afluente hasta que el temblor de 1985, junto con la expansión de la ciudad hacia los suburbios, cambió todo. Conforme el centro y los vecindarios aledaños empezaron a vaciarse, llegó la decadencia y el cambio en la demografía siguió. Muchos edificios quedaron abandonados hasta finales de los dos miles cuando un nuevo interés político en el centro histórico se puso en acción.

En nuestra búsqueda por trabajo, encontramos una casa vieja en venta a una cuadra de nuestro departamento. La historia cuenta que los desarrolladores no tienen escrúpulos, son corruptos, y titiritean a los arquitectos como les conviene; por lo tanto, se crean proyectos con intereses de ganancia máxima y, como resultado, mala arquitectura. Nos dispusimos a entender esas mecánicas y darle una oportunidad a la arquitectura, por lo que buscamos inversionistas, compramos el edificio y nos contratamos a nosotros mismos como los arquitectos – para después darnos cuenta de que ahora nos encontrábamos en el otro lado del debate. Para complicar las cosas un poco más, nos dimos cuenta de que la casa justo a la izquierda de la nuestra estaba catalogada como monumento histórico (con los mismos derechos que el Ángel de la Independencia), y la casa del lado derecho estaba por ser ocupada. ¡¿Mencionamos que nuestro edificio está catalogado como patrimonio nacional?!

El enfoque del INBA, encargado de la preservación federal de México, generalmente apunta a la invisibilidad de cualquier construcción nueva, lo cual es complicado, debido al empuje por parte del gobierno por una densificación del centro histórico. La fachada y la primera crujía deben permanecer tal cual (se vale un poco de retoque, pero ningún cambio de estilo). Todo lo demás debe de empujarse hacia arriba como las pirámides y desaparecer de la vista hacia la infinidad. El monumento a nuestra izquierda hace de cualquier transformación en nuestro predio un acertijo legal. Las discusiones alrededor del diseño duraron tres semanas. El papeleo y conversaciones legales duraron tres años; dentro de un serpenteado mundo maravilloso de burocracia kafkiana. Además, como estamos encima del lago ya mencionado, cualquier construcción de más de dos pisos, requiere pilotes de veinticuatro metros de profundidad.

El edificio está modelado con un patio interior tradicional, empujado hacia arriba cuatro pisos, separado de y encima del edificio existente. La mayoría de los departamentos cuentan con conexiones directas al exterior, permitiendo que las plantas, la luz y el cielo entren. A continuación, dejamos que el proyecto hable por sí mismo.

EN

West of the historical center of Mexico City, locked in between four mayor avenues lies the neighborhood where we live and have worked since we moved to Mexico. Founded on the former lakebed in the late 19th century it used to be an affluent neighborhood, until the earthquake in 1985 and the expansion into the suburbs changed that. As much of the center and surrounding neighborhoods emptied out, decay and demographic shift followed. Numerous buildings stayed vacant until the late 2000’s as a renewed political interest in the historic center got traction. In our search for work we found an old house for sale a block from our apartment. The story goes that developers are ruthless, corrupt, puppeteering architects, that in turn produce designs for maximum gain and as a result bad architecture. We wanted to understand those mechanics and give architecture a chance, so we looked for investors, bought the building and hired ourselves as the architects – only to find ourselves on the other side of the debate. Our neighborhood’s anti-gentrification sentiments were running high, protests were taking place backed up by a Saint (Santa Mari la Juaricua) to protect the neighborhood from real estate speculation. To complicate things further we found out that the house to our left was a monument, and the building to our right about to be squatted. Did we mention that our building is part of the historical patrimony?!

The approach of the institute for preservation generally requires the invisibility of any new additions, which is complicated, considering the push of government for a denser historical center. The façade and first room shall be untouched. Everything after shall push itself back like the pyramids out of view into infinity. The monument to our left makes any transformation on our site a legal conundrum. Discussions around design lasted 3 weeks. Legal conversations lasted 3 years within a snaking wonderland of Kafkian bureaucracy. Since we are on top of the prior mentioned lakebed, any construction of more than 2 stories requires piles of 24 meters into the ground. That movement into the earth worries our Mazahua (indigenous community) squatting neighbors, whose building condition is in a deplorable state of a semi-ruin. So, we started a dialog with our neighbors and the already mentioned anti-gentrification protesters, in between demolition and two earthquakes – that developed into the design of a playground in the neighborhood for the neighborhood.

The building is modeled after a traditional courtyard house, pushed four stories high, separating and lifting itself over the existing building. Most apartments have straight transitions into the outdoors, allowing for plants, light and a sky to come in! And so, we leave the project to speak for itself.

Turin 42, Ciudad de México 2014-2022

Equipo|Team:
Ana Paula Ruiz Galindo, Mecky Reuss, Adriana Carlos, Laura Vargas, Vani Monjaraz, Diego Manzano

Fotos|Photos: © Luis Gallardo / LGM Studio

Terminado|Completed